El pasado jueves Jesus Maria Elizalde protagonizó la 2ª jornada comarcal de sensibilización en el Modelo de Gestión por Principios de Economía Social Modelo GPES, realizada en Estella con la colaboración de LASEME y Embega S. Coop. y de la mano del Gobierno de Navarra, donde tratamos de descubrir cómo conseguir entornos saludables en nuestro marco de trabajo.
Equilibrio procede del latín “aequilibrium” que se descompone en “aequus” (igual) y “libra” (balanza). Así que equilibrio tiene que ver con distribución, qué ponemos en cada lado de esa balanza. Equilibrio es distribuir equitativamente, a veces igualitariamente, los elementos que dispongamos.
Estar equilibrado es que no esté todo amontonado en algún lugar sino esparcido de forma equitativa o igualitaria. El ideal es el 50%, mitad-mitad.
Probablemente el primer momento realmente significativo para el ser humano en relación al equilibrio es cuando descubrimos que tenemos que empezar a dar un paso sin ningún apoyo extra como puede ser el que nos dan nuestros padres al cogernos de los brazos o el que encontramos en la pata de la mesa del salón. Es uno de los primeros aprendizajes que van a marcar diferencia en nuestra vida: equilibrarnos. Ese es el gran secreto de poder andar, de poder avanzar, de desarrollarnos. Y siempre será así a partir de ese momento.
Un anhelo constante de los seres humano es estar siempre equilibrados. Y, curiosamente, ocurre todo lo contario. El desequilibrio es inherente a las personas. Uno de los mayores desequilibrios es querer estar constantemente equilibrados.
Las cosas se desequilibran, no están equilibradas todo el tiempo. Por eso comemos, dormimos, descansamos, … Así nos equilibramos. Crear el equilibrio es una de las habilidades vitales más importantes.
Equilibrar es distribuir adecuadamente los elementos a los que nos refiramos: lo personal – lo profesional; pareja – paternidad; familia de origen – familia creada; masculino – femenino; consciente – inconsciente; comodidad – incomodidad; seguridad – desarrollo; compatibilidad – incompatibilidad. Podríamos seguir describiendo aspectos duales, dobles con los que nos relacionamos constantemente.
Por tanto es necesario hablar de desequilibrio. Hay millones y millones de personas que llevan vidas donde trabajan largas y duras horas en trabajos que odian, gastan dinero que no tienen en cosas que no necesitan, para poder impresionar a personas a las que no les importan.
La manera rápida de saber si nos hemos desequilibrado (o alguien está desequilibrado) es que estamos enfadados. Si estamos rabiosos, el desequilibrio estará a nivel de una gestión inadecuada. Si sentimos ira, el desequilibrio lo estaremos experimentando a nivel de direcciones vitales. Si es odio, el mundo no responde abiertamente a mis expectativas más profundas.
Más maneras de identificar desequilibrios es funcionar con quejas y reproches; los conflictos; relacionarnos desde la culpa (tanto a hacia uno mismo como hacia los demás) y tener confusión.
Y para terminar, volver sobre lo que realmente es una tarea constante: reequilibrar.
Este es el secreto. Es a lo que tenemos que dedicar mucha energía y atención diaria. Estamos diseñados así.
Por cierto uno de los reequilibrios habituales es que los hijos, en la adolescencia, devuelven a los padres todos los desequilibrios que ellos han experimentado en la infancia con relación a los padres. Por tanto, mucho de los que hacen los adolescentes es devolver (reequilibrar) lo que ellos experimentaron. Si esto se gestiona adecuadamente, se lleva bien por parte de los padres, se podrá establecer una nueva relación mutua más allá de la adolescencia entre padres e hijos.
No envíes, no hagas, no mandes lo que no quieres recibir.
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