Por Jaume Gurt
Lo decía Heráclito hace 2.500 años “nada es permanente a excepción del cambio”, y creo que hasta ahora nadie ha sido capaz desmentirlo. Cada minuto del día perdemos entre 30.000 y 40.000 células de nuestra piel, el cambio pues está en nosotros y forma parte de nuestro ADN. ¿Por qué entonces resulta tan complejo al ser humano cambiar?
Vemos y vivimos el cambio a nuestro alrededor constantemente, árboles que pierden sus hojas en otoño y las recuperan en primavera, productos nuevos que nacen y desaparecen, relaciones que se rompen y otras que emergen, días y noches en un circuito cerrado de nacer y morir. Hoy es la IA quien parece que marca el rumbo, ¿o tal vez sea el cambio climático?, hace unos años fue el Covid o las crisis económicas. ¿Por qué tememos pues al cambio?
Hoy en día ya he perdido la cuenta de cuantas generaciones conviven en el mundo laboral, o cuantas tribus distintas de pensamiento caminan por nuestras calles. Parece que nuestro mundo VUCA o BANI está multiplicando la complejidad de la vida humana. Pero en medio de todo ello existe algo que permanece entre las personas de forma inmutable, la voluntad de ser felices en sus vidas.
Tal vez sea en momento de combinar ambas dentro del mundo empresarial para reducir el sufrimiento. Está claro estadísticamente que las enfermedades mentales están al alza, especialmente en España: más de 500.000 personas pidieron una baja laboral por temas de salud mental, un incremento del 81% sobre 2016, y todo indica que ira a más. El malestar organizacional crece cada año, el descontento de las personas, y el estrés con el que viven su trabajo, hace que los resultados que se consiguen (a costa de sangre sudor y lágrimas) sea cada vez menos ecológico e insostenible en el tiempo. Ayer un amigo me decía entristecido, “es difícil ir a trabajar como vendedor cuando en febrero ya sabes que no llegaras a los objetivos marcados”. ¿De verdad alguien sigue creyendo que por poner unos objetivos inalcanzables se alcanzarán? ¿Aún no han comprendido la importancia de tener a las personas motivadas? ¿Desde ahí pretenden atraer al talento joven?
La felicidad organizacional (bien entendida) puede ser una forma de afrontar todos estos retos. Si las personas seguimos persiguiendo la felicidad ¿Por qué no incorporarla al mercado empresarial donde tantas horas invertimos? ¿Con personas más felices no tendríamos equipos más comprometidos? Nunca he conocido a nadie que desee mal para un entorno que ama, y que no haga todo lo posible para que el entorno donde se siente amado prevalezca y se desarrolle. Se convierten en cuidadores y desarrolladores de la organización y en consecuencia del negocio.
¿Qué es la felicidad organizacional? Muchas cosas se han publicado sobre la felicidad organizacional, una de las ultimas es el libro de Rodrigo Rojas “Felicidad organizacional. Cuando el camino son las personas”, donde se la define como
“La expresión de una decisión estratégica, de quienes lideran las empresas, en la generación de condiciones laborales y emocionales excepcionales para que sus trabajadores logren niveles superiores de compromiso, vinculación y accountability que permitan la consecución de la oferta de valor que las empresas le entregan a sus clientes, comunidad y medio en la cual se desenvuelven”.
De forma clara alude a los directivos o propietarios, ellos son los auténticos artífices de que ello suceda (por su propio bien, por el bien de la organización, y por el bien de los trabajadores: todos en uno).
Estamos hablando de organizaciones que además de las infraestructuras, cuidan los procesos, fomentan las relaciones interpersonales (que importante es sentirse parte de una tribu para ganar confianza individual y colectiva a la vez que compromiso mutuo), fomentan la escucha y el desarrollo del individuo dentro del ecosistema empresarial, a la vez que despliegan un liderazgo ético y sensible, pero a la vez influyente y efectivo. Organizaciones donde la comunicación es efectiva (racional y clara) pero también afectiva (emocional). ¿Quién no quiere trabajar en una organización que tiene en cuenta a las personas que la forman?
Muchos son los directivos con los que trabajo que siguen liderando solo con una mano, la racional, la directiva, la distante, enfocada a resultados y a la eficiencia, con la creencia falsa de conseguir los mejores resultados. Los veo temerosos, con miedo al cambio y al esfuerzo que requiere incorporar la segunda mano, la emocional, la relacional, la enfocada a personas, la cuidadora, la que escucha. Y desde ese miedo se aferran y defienden a capa y espada lo antiguo, lo incompleto. Cada vez más con la complejidad del mundo se requiere un cambio, se necesita la mejor versión, y como el Ying- Yang, en la completitud está el máximo poder.
Si, la vida es cambio, y lo que viene no es fácil, por ello es mejor ir bien acompañado con alguien que sea tu mentor, una figura que ya haya andado el camino y te apoye en tu liderazgo. Líder es aquel que sabe sobre la ruta a seguir, tiene la capacidad de transmitirla a otros y entusiasmarlos para que lo sigan. La vida es cambio, la cuestión es ¿Cuándo empezaras a cambiar? ¿Cuándo empezaras a ser un líder que se adapta a los tiempos? Ya sabes, “los que mejor se adaptan son los que sobreviven”.
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